Era sábado. Salí temprano de mi casa porque tenía demasiadas cosas por hacer, pensaba que el tiempo no me alcanzaría.
Hacía mucho que no tenía un sábado libre y tenía que aprovecharlo al máximo.
Sin la precaución, ni la desconfianza con las que me armo cuando camino las calles de la ciudad, subí por el puente peatonal para cruzar al otro lado y abordar la incómoda guaguita que va a la Feria. No había desayunado así que al ver la mesita llena de chucherías con las que una pareja se gana la vida, no dudé en pararme y comprar un paquete de galletas saladitas. Les pasé los 15 pesos y subí por la pasarela.
Iba muy entretenida comiendo mis galletas y pensando que no tenía suficiente dinero menudo para abordar dos conchos necesarios para llegar hasta Multicentro Churchill, por lo que decidí esperar en la parada de la OMSA la dichosa guagua.
Ahí estuve por espacio de 30 minutos aproximadamente y el minibús nada de llegar. Me desesperé.
Una vez logré vencer la pereza, decidí ir caminando hasta la Churchill y allí abordar un carro.
De camino, encontré dos policías en un motor saltamonte que después de decirme un par de piropos me invitaron a subir al motor. "una bola". Yo me negué y seguí mi camino, ellos insistieron, incluso uno se bajó del motor para que yo subiera. Después de darles las gracias, seguí y al alejarse me vocearon, que anduviera con cuidado.
No les presté mucha atención y a los pocos minutos, el chofer de un carro azul en perfecto estado, sin rótulos, dice que va Churchill, yo como voy cansada accedo a subirme, no sin antes chequear quienes van en el vehiculo. Tres mujeres en el asiento de atrás, un señor mayor y de aspecto enfermizo delante.
Me monté y desde que mis glúteos se asentaron en el asiento delantero el tipo a mi lado empieza a quejarse. "Ay, pero no era tan flaquita como se veía, joven, trate de echarse para allá...ay! me está maltratando, échese para allá".
Ya el tipo me está irritando, y el chofer sólo atina a decir: "Joven tire el brazo por detrás del asiento", yo pendejamente lo hago, con tal de llegar a la Churchill, pero nada, la incomodidad seguía, el tipo ya está pegado de mi, por lo que inmediatamente coloco mi brazo en la posición anterior.
El tipo sigue quejándose, por lo que le digo al chofer que me deje, no estaba dispuesta a continuar el trayecto. Y así lo hizo, parqueó a la derecha y guayando las gomas rápidamente se alejó.
Al alejarse el vehículo,tuve una extraña sensación, e instintivamente comencé a buscarme en la cartera, y efectivamente, mis dudas resultaron ciertas, pendejamente me habían cartereado, atracado, burlado, o como usted prefiera llamarle. Me sacaron el monedero con todo mis documentos personales, tarjetas y 500 pesos.
Y así fue como aquel sábado se me estropeó, mis planes se echaron a perder y me quedé con la rabia y la impotencia a cuestas.
Y es que sencillamente la delincuencia se apoderó de las calles de esta hermosa pero corrompida ciudad.
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Ya que has llegado hasta aquí deberías saber que ésta es la voz de alguien que aprende de la vida y sus circunstancias. Es la expresión de una mujer que conjuga fortaleza y debilidad. Que cuenta lo que vive y lo que sueña. Lo que desata su risa y arranca sus lágrimas. Gracias por venir. Bienvenid@!
domingo, 29 de enero de 2012
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