Son las nueve de la mañana. No puede ser! ¿qué es ése sonido? Por fin logro identificar el molestoso ruidito. Es la alarma de un reloj despertador. Un momento, que yo recuerde no tenía planes de levantarme "temprano". Bueno, da igual intentaré dormir otra vez.
Y ahora qué? Esas voces de dónde vienen? Ah ya, son mis "prudentes" compañeros.
Escucho como juguetean con el perro, sí.
Mientras yo intento dormir, ellos interrumpen mi descanso. Me pregunto porqué no me puse mis tapones.
Eso es parte de lo que me toca vivir cada día desde que comparto piso con una compañera que se suponía que viviría sola pero que vino con dos regalos adicionales: el perro y el novio. Vaya! el todo incluido.
Encontrar pelos en el suelo, la ropa, la comida, es algo que se ha hecho cotidiano y resulta ser tan "agradable".
Escuchar sonidos mágicos provenientes de noches y tardes de amor desenfrenado que traspasan las paredes de cartón y llegan nítidos a mis oídos, oh que maravilla!.
Es tan sólo una muestra de lo bien que se vive cuando se comparte todo. Es sencillamente un suplicio!
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