martes, 31 de marzo de 2009

Unos hilos de plata



Hace unos cuantos días parada frente al espejo descubrí con sorpresa como unos hilos de plata ya comenzaron a surcar mi cabellera. Cuestión de herencia o casualidad, es así como me he puesto a reflexionar sobre la madurez, tomando en cuenta que cuando se habla de canas, inmediatamente me llegó a la mente el tema de la vejez, madurez o cualquier otro sinónimo que haga referencia a esta importante etapa de la vida.
Si bien es cierto, que en la época que vivimos procuramos ocultar los signos de la edad a base de cualquier procedimiento químico en el caso del pelo o quirúrgico para obtener la silueta deseada, la verdad es que al fin y al cabo el tiempo es implacable y por más que nos escabullamos siempre termina por alcanzarnos.
La madurez llega con la experiencia que nos da la vida, con el ir y venir, con los tropiezos y desencantos que nos hacen aprender que no estamos en un jardín de rosas donde todo es perfecto, que por el contrario estamos en una carrera de obstáculos que nos hacen crecer al superar eso que pensamos era imposible.
La madurez es descubrir que con el tiempo nuestras prioridades cambian, que lo que ayer nos quitaba el sueño hoy nos causa risa, al darnos cuenta de que todo tiene solución y que por más que nos afanemos la vida continúa con su agitado curso.
Pese a ser relativamente joven, mis canitas se lucen en todo su esplendor, y no es que pretenda dejarlas ahí, nada que ver. Yo ya tengo el remedio contra ellas, las voy a disimular, no porque me avergüence sino porque prefiero un colorcito negro en mi melena.
Lo que no voy a ocultar es que soy una persona mucho mas preparada para afrontar la vida, con mayor madurez y decisión, no porque me la otorguen esos hilos de plata, sino por una concesión que me da la vida misma.

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Mis libros preferidos

  • 11 Minutos, Paulo Coelho
  • El Oro y la Paz, Juan Bosch
  • El Perfume, Patrick Suskind
  • Paula, Isabel Allende